Cada experiencia de voluntariado internacional tiene sus propias características que hay que tener en cuenta a la hora de acompañarla. Varían los objetivos del programa, la duración del mismo, el lugar donde se realiza, el tipo de itinerario en el que se inserta – el previo y el post -, si es grupal o individual, etc. y si la persona o personas que cumplen con el rol de acompañantes viajan, o lo hacen desde la distancia.

De cara a las siguientes claves, nos ubicaremos en una experiencia1 de voluntariado internacional de corta duración –de un mes, mes y medio de duración-, grupal –compuesto por unas quince personas-, y donde la persona o personas acompañantes viajan con el grupo.

Ubico también el voluntariado internacional como una propuesta de educación transformadora donde lo que se vive es una experiencia que, en cierta manera, inicia un proceso de cambio en la persona voluntaria, que poco a poco supondrá una manera distinta de entenderse y ubicarse en el mundo.

En lo relativo a la persona que acompaña, es aconsejable que sea una persona que haya vivido ya experiencias parecidas, que tenga consciencia de los procesos internos vividos, o haya elaborado sus vivencias de pérdidas y ganancias; y desde ahí se sitúe para la tarea de acompañar. Sin embargo, cada experiencia es única, y no es posible tener bajo control todas y cada una de las situaciones y variables que puedan darse.

Algunas claves que pueden ayudar:

  • La importancia de sostener al grupo: requiere observación, estar presente, atenta a lo que va aconteciendo en el grupo y en cada uno de sus miembros. Supone tomarle el pulso para facilitar que fluya. Es lo que más energía conlleva; discernir en cada nuevo movimiento intervenir o no, y de qué manera hacerlo.
  • Cada etapa del viaje requiere algo distinto de ti: la llegada, con el reajuste de expectativas, el asombro ante lo nuevo, las propias actitudes que nos sorprenden; el ecuador, como punto de inflexión; la cuenta atrás, cuando mejor nos vamos sintiendo; la despedida, la importancia del adiós y prepararnos para la vuelta.
  • Tú no eres la protagonista de esta experiencia, tu lugar será al lado del grupo y no en el grupo, facilitando la experiencia: la persona voluntaria sí es una de las protagonistas, y hay que respetar su libertad y su ritmo, y valorar su proceso teniendo en cuenta su punto de partida.
  • Cuida los espacios grupales para compartir e interiorizar lo que van viviendo. Ante la cantidad de nuevos estímulos y vivencias es ofrecerles un tiempo para dejar resonar, reflexionar, contemplar y compartir las dificultades, realizar ajustes, hacer catarsis, etc. Y, a veces, requiere de acompañamiento individual.
  • En algunas ocasiones te tocará traducir dinámicas culturales y grupales en ambas direcciones
  • Mantén el equilibrio y la tensión entre la riqueza del grupo y el peligro de encerrarse en él. La riqueza del grupo como acompañante, en sí mismo, las lecturas complementarias, los contrastes; frente al peligro de las tensiones internas, el cerrarse en el grupo porque se están conociendo y están a gusto, la “falsa” protección del grupo ante lo nuevo del exterior.
  • Potencia lo mejor de cada una; que pongan en juego las estrategias y herramientas personales que ya tienen para adaptarse a cada nueva situación de la mejor manera posible, y que puedan sorprenderse también a ellas mismas en las respuestas que van dando ante lo que sucede.
  • Se posibilista; que fluya la experiencia. Ayuda a desbloquear situaciones, que la incertidumbre y los desencuentros no bloqueen la experiencia.
  • Para cumplir con los objetivos del programa hay que establecer unos mínimos irrenunciables, que tienes que asegurar. El resto puede ser negociable, en diálogo con lo que la realidad que nos rodea y la realidad del grupo nos va pidiendo en cada momento.
  • Ten en cuenta que los frutos se verán después, al tiempo, una vez regresen, y a medida que vayan integrando lo que han vivido.
  • Establece tus propios objetivos, tú también estás en proceso y esta experiencia puede aportarte mucho. Más allá de que tu tarea es cuidar de los objetivos del programa, sacarás más provecho de la experiencia, a nivel personal, si estableces algunos objetivos personales.

Y, sobre todo, disfruta, es un lujo ser testigo de los procesos que viven las personas; ser copartícipe y co-creadora de los espacios y las situaciones posibilitadoras de esos encuentros que transforman.

Y, recuerda, no todo está en tus manos. Hay elementos que desconocemos, que no controlamos, que hace que se de proceso, que lo que tenga que darse se vaya dando.

1 Experiencia: quiere decir que las dimensiones afectivas del ser humano han de quedar tan implicadas como las cognitivas, porque si el sentimiento interno no se une al conocimiento intelectual, el aprendizaje no moverá a una persona a la acción. En la Pedagogía Ignaciana se usa el término experiencia para describir cualquier actividad en la que junto al acercamiento cognoscitivo a la realidad de que se trata, la persona percibe un sentimiento de naturaleza afectiva. En: De la Puente, F., Pedagogía Ignaciana. Un planteamiento práctico. Madrid: CONEDSI, 1993 p. 19-20

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